Iniciaré con una posición obviamente debatible pero para mi imbatible: hemos glorificado el sexo y banalizado el amor. No es una queja es más bien una especie de revelación de cómo se bate el cobre en estos tiempos. El amor a la carta está dentro de los menús sentimentales de quienes habitamos en este siglo, escogemos en base a las propuestas que se nos presentan y generalmente somos adictos a enredarnos con los que no nos convienen, pero no importa, next. Viene el otro y como vaya viniendo vamos viendo, parafraseando al célebre Eudomar Santos.
No es que el amor ya no exista es que solo lo usamos como excusa para el dolor porque si algo no ha cambiado con el paso del tiempo, es la sempiterna sufridera por amor, lo cual es muy incongruente ya que de la forma como nos relacionamos es más sexual que amorosa, pero vamos, el amor siempre se abre camino, para menester de las baladas y los románticos.
Hoy el sexo lo encontramos igual en un comercial de pasta de diente que en uno de zapatos, es lógico ya que el sexo con alguien con dientes sucios y con pies feos realmente no es agradable, pero también es verdad que se la pasan metiéndonos sexo por todos lados. El sexo vende, como todo lo que da placer, ya lo sabemos, pero nadie quiere tener sexo todo el tiempo, ¿o sí? Ábrase el debate.
Lo que sí es cierto es que desde que se nos hizo fácil el asunto de hacer el amor y no la guerra, el sexo se ha convertido en la nueva religión donde Dios es hembra y se apellida Canales, y los discípulos son todos los que la critican pero no dejan de ver sus fotos. Ya nadie se excita viendo besos en la televisión, a menos que venga con sexo incorporado, y miramos fijamente la pantalla para ver si esbozamos un picón o un pezón de la famosa protagonista, de la cual no importa si es excelente pero sí que esté buenota.
Las mujeres siguen queriendo su príncipe azul y los hombres su virginal madre y ama de casa pero eso solo bien oculto ya que por fuera ellas dicen que no hay hombre y ellos, bueno ya sabemos, viendo las fotos de la Canales. El amor se fue de casa pero su hijo pródigo, el sexo, se quedó. Ahora pareciera que para enamorarnos tenemos que primero ir al sexo, lo cual no es malo pero si neo paradigmático, me disculpan la palabra dominguera pero es Domingo cuando estoy escribiendo esto.
Quizás yo sea un psicólogo pragmático o un poeta sin talento pero lo que sí es verdad es que a pesar de que tengamos sexo mil veces sin amor, el sentimiento más sublime que acompaña nuestros deseos paradisíacos de felicidad es ese que lamentablemente llamamos amor, y digo lamentable ya que aquellos que hemos estado o estamos enamorados sabemos que es una piche palabrita que encierra el significado más hermoso de la humanidad, pero mientras nos llega, mejor tenemos sexo, ¿verdad? A menos que seas virgen a los 30 y hagas mucho dinero escribiendo un libro sobre eso, obviamente.
Lo cierto es que el sexo manda hoy día, la gente va más veces a hoteles que a tribunales para divorciarse, y hoy cuando alguien se casa le damos el pésame pero nadie podrá negar que cuando en todo este panorama nos toca, ese bicho infantil con alitas ridículas y terrible puntería llamado Cupido, definitivamente nos damos cuenta que el amor es maravilloso, doloroso, poético, apasionado y humano, divinamente humano.